A Rebeca, como siempre.
Es sin plomo en la garganta como te escribo,
es ahora, sin ceniza en la lengua,
sin restos de luna en la mandíbula como me atrevo a
hablarte.
Ahora sin hierro en las pupilas,
ahora que los músculos son jaspe
y mis huesos son alambre y melodía
y madera mojada mis zapatos.
Te hablo y no encuentro sino gacelas despedazadas,
sauces y encinas deshechos, hierba inconclusa.
Y no me respondes, agazapada tras los años de olvido,
dormida y refugiada en el desconocimiento de los reflejos
cotidianos,
en la ilusión de las espigas y los bancos.
No me respondes porque fuiste barro y ahora eres polvo,
porque te adherías a la piel y hoy cualquier soplo te borra
No me respondes porque ya no existes
y, como siempre, tardé demasiado en decidirme a hablarte.
11-08-14
A.S.V.