El fútbol no debería ser un negocio. No debería ser señores
trajeados tomando decisiones sobre la vida de chavales de veinte años. No
debería ser tertulias propias de la prensa rosa. No debería ser periódicos
comprados por equipos. No debería ser periodistas que se comportan como
borrachos en un bar después del partido. No debería ser dopaje. No debería ser
amaño de partidos. No debería ser equipos en bancarrota. No debería ser el
único deporte en los medios. No debería ser ruedas de prensa. No debería ser
afición transformada en violencia. No debería ser todo esto y mucho más. Pero
dejando a un lado lo que no debería ser, nos queda lo que es el fútbol. Lo que más nos gusta a los que nos gusta el
fútbol. Y hablo de nosotros, los chavales que hemos vivido el fútbol del siglo
XXI, los que vivimos los años en los que el fútbol dejó prácticamente de ser un juego y
pasó a ser uno de los negocios más agresivos del mundo. Pero no nos gusta eso.
Nos gusta lo que hemos visto.
Somos los niños de los cromos de Zidane, del cromo nuevo de
Ronaldo cuando llegó al Madrid. Somos los que vimos la Champions que jugó César
en la portería. Vimos crecer a Rooney, a Ramos, a Cristiano, a Ibrahimovic.
Vimos brillar a Ronaldo en Yokohama. Sabemos quién es Al- Ghandour. Nos acordamos de Mendieta, de
Sergi, de Christian Vieri, de Donato, de Cafú. Sabemos que los italianos son inmortales.
Vimos al Oporto ganar la Champions. Al ‘Spanish Liverpool’ remontando al Milan.
Vimos a Zidane caer desde el cielo al césped de Hampden Park para rematar el
centro de Roberto Carlos. Ya era viejo cuando vimos a Buffon por primera vez.
Vimos la retirada de Zidane, vimos la trigésima liga del Madrid, con Capello en
el banquillo; la trigésimo primera con Schuster, y la de los cien puntos con
Mourinho. Vimos al Barça explotar. Vimos llegar a Guardiola. Rijkaard, Cocu,
Overmars, Frank de Boer… Torres y Simeone jugando juntos en el Calderón. Vimos
al Manchester de Verón y de Van Nistellroy. Ya era viejo cuando vimos a Ryan
Giggs por primera vez. Vimos a Grecia ganar una Eurocopa. Vimos al Alcorcón
ganar al Real Madrid. Vimos a Raúl con una camiseta que no era blanca.
Hemos visto a Cristiano volando por el campo, hemos visto a
Ronaldinho bailar y marcar, y dar pases mirando hacia atrás. Hemos visto a Messi
esquivando veintidós piernas en cada partido. Hemos visto a un niño de Arenys
de Mar liderando al Arsenal de Wenger. Hemos visto el último chicle de
Ferguson. Sabemos lo que ocurrió en el Ernst Happel de Viena. Sabemos lo que
ocurrió cuando Navas arrancó por la banda derecha en el Soccer City de
Johannesburgo.
Sabemos que Guti tiene ojos en la nuca y la sangre
congelada. Sabemos que Özil ve cosas que nadie más ve.
Vimos a River bajar a segunda. Vimos al Villarreal en
semifinales de Champions. Vimos la explosión de Torres en Anfield. Vimos los
gemelos de Roberto Carlos.
Hemos visto muchos cabezazos de Puyol, y muchos centros
perfectos de Xabi y de Xavi. Vimos el cierre de San Mamés. Crecimos con Pirlo
explicándonos lo que es el fútbol italiano. Vimos a la Argentina de Solari, de
Hernán Crespo, de Riquelme.
Y de repente se acelera el pulso con el himno de la
Champions. Y nos damos cuenta de que el fútbol es mucho más que fútbol.
J. L. M.
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