Basura machista ocupando una de
las sillas del Sangster aquella noche de verano. Olía todo a cerveza negra.
Mirábamos a ese imbécil desde el otro extremo de aquel lugar. Llevábamos muchos
minutos en silencio intoxicándonos los oídos con cada vibración que generaban
las cuerdas vocales de esa rata con apariencia humana.
Nuestro silencio se hacía cada
vez más profundo. Nuestra ira se hacía cada vez más profunda.
Aquel hijo de puta hablaba de
cuál sería el castigo perfecto para una mujer. Hablaba de su mujer. De lo que
le haría el día que no la aguantase más. Hablaba de piedras, y de dientes
partidos.
No nos importaba que hubiese
bebido.
Sabía perfectamente lo que estaba
diciendo.
Lo único que comprendimos nosotros
de aquel discurso era que la mujer de aquel tipo era, en ese momento, la mujer
más maravillosa del mundo. Y no íbamos a permitir que la mujer más maravillosa
del mundo se convirtiese en víctima de nadie. Y mucho menos de aquel individuo.
No volvería a sufrir el tormento de convivir con un ser que no comprende lo que
significa ser un hombre. Nosotros también habíamos bebido. La cantidad
adecuada, como siempre.
Salió del bar. Uno, dos, tres,
cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve… y diez. Lucas fuera. Uno, dos. Todos
fuera. La calle principal se bifurcaba de la misma forma que el edificio
Flatiron separa Broadway y la Quinta Avenida. El que hablaba de dientes
lubricados con sangre fue por la derecha. Lucas fue por la izquierda. El resto
fuimos por la derecha, a unos diez pasos del despojo humano que sería castigado
muy poco tiempo después. Lucas corría sin apenas tocar el suelo, para
adelantarle y tener tiempo de girar a la derecha en el segundo callejón y salir
al encuentro de aquel pobre estúpido. Miguel, Marco, Freddy y yo aceleramos el
paso en cuanto vimos a Lucas bajando la calle, para encontrarse con aquel tipo
a la altura del primer callejón. Vimos como aquella cabeza rapada levantó a ese
engendro con gafas y sobrepeso y lo lanzó contra un montón de bolsas de basura.
Nos limitaríamos a seguir sus
instrucciones. No había tiempo ni conocimientos médicos suficientes como para
provocarle un cáncer. Estaba despierto, pero recibió pedradas igualmente, para
evitar que se durmiera. Su piel quedó destrozada, y por supuesto, sus encías
notaron el frío concentrado en el asfalto del borde de la carretera. Las suelas
de las botas de Lucas quedaron impresas en su cuello. Su cabeza quedó encima de
una alcantarilla, y mientras nos alejábamos se oía el eco que provocaban las
gotas de sangre al caer dentro de los túneles.
No hay que reflexionar sobre
esto. Estímulo y respuesta. Provocación y castigo. Castigo lento y doloroso.
Volvimos al lugar de origen de
todo. El que fue el lugar de origen de lo que fuimos aquel día y de lo que
fuimos todos esos años.
Un día de verano, hace mucho
tiempo, unos chicos de unos dieciséis años entraron a un pub irlandés pidiendo
cerveza. Y allí se quedarían por mucho tiempo.
El Sangster. El pub irlandés.
Nuestro pub irlandés.
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