jueves, 24 de octubre de 2013

Perros V


Basura machista ocupando una de las sillas del Sangster aquella noche de verano. Olía todo a cerveza negra. Mirábamos a ese imbécil desde el otro extremo de aquel lugar. Llevábamos muchos minutos en silencio intoxicándonos los oídos con cada vibración que generaban las cuerdas vocales de esa rata con apariencia humana.
Nuestro silencio se hacía cada vez más profundo. Nuestra ira se hacía cada vez más profunda.
Aquel hijo de puta hablaba de cuál sería el castigo perfecto para una mujer. Hablaba de su mujer. De lo que le haría el día que no la aguantase más. Hablaba de piedras, y de dientes partidos.
No nos importaba que hubiese bebido.
Sabía perfectamente lo que estaba diciendo.
Lo único que comprendimos nosotros de aquel discurso era que la mujer de aquel tipo era, en ese momento, la mujer más maravillosa del mundo. Y no íbamos a permitir que la mujer más maravillosa del mundo se convirtiese en víctima de nadie. Y mucho menos de aquel individuo. No volvería a sufrir el tormento de convivir con un ser que no comprende lo que significa ser un hombre. Nosotros también habíamos bebido. La cantidad adecuada, como siempre.

Salió del bar. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve… y diez. Lucas fuera. Uno, dos. Todos fuera. La calle principal se bifurcaba de la misma forma que el edificio Flatiron separa Broadway y la Quinta Avenida. El que hablaba de dientes lubricados con sangre fue por la derecha. Lucas fue por la izquierda. El resto fuimos por la derecha, a unos diez pasos del despojo humano que sería castigado muy poco tiempo después. Lucas corría sin apenas tocar el suelo, para adelantarle y tener tiempo de girar a la derecha en el segundo callejón y salir al encuentro de aquel pobre estúpido. Miguel, Marco, Freddy y yo aceleramos el paso en cuanto vimos a Lucas bajando la calle, para encontrarse con aquel tipo a la altura del primer callejón. Vimos como aquella cabeza rapada levantó a ese engendro con gafas y sobrepeso y lo lanzó contra un montón de bolsas de basura.
Nos limitaríamos a seguir sus instrucciones. No había tiempo ni conocimientos médicos suficientes como para provocarle un cáncer. Estaba despierto, pero recibió pedradas igualmente, para evitar que se durmiera. Su piel quedó destrozada, y por supuesto, sus encías notaron el frío concentrado en el asfalto del borde de la carretera. Las suelas de las botas de Lucas quedaron impresas en su cuello. Su cabeza quedó encima de una alcantarilla, y mientras nos alejábamos se oía el eco que provocaban las gotas de sangre al caer dentro de los túneles.
No hay que reflexionar sobre esto. Estímulo y respuesta. Provocación y castigo. Castigo lento y doloroso.
Volvimos al lugar de origen de todo. El que fue el lugar de origen de lo que fuimos aquel día y de lo que fuimos todos esos años.

Un día de verano, hace mucho tiempo, unos chicos de unos dieciséis años entraron a un pub irlandés pidiendo cerveza. Y allí se quedarían por mucho tiempo.
El Sangster. El pub irlandés. Nuestro pub irlandés.

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