domingo, 18 de agosto de 2013

Perros IV. Una hija.


Lucas tiene una hija. Luca se rapó la cabeza el día después del nacimiento de su hija, que fue, como no podía ser de otra manera, una madrugada lluviosa de invierno, un viernes, el día que empezaba nuestra vida. Peros ese día, Lucas no participó en nada con nosotros. Solo yo sabía lo que le ocurría a Lucas. Nadie sabía nada pero lo sabrían. Porque el compromiso siempre fue lo más importante. Demasiadas veces para las cosas malas y muy pocas para lo bueno. Y esto formaba parte de lo bueno, porque nos podía el tradicionalismo, y el nacimiento de la hija de uno de los nuestros traería detrás celebraciones dignas de la familia Corleone.

Una hija era el futuro. Por eso Lucas quería una hija. Porque un hijo supondría el presente repetido en el futuro. Una hija siempre traería mejores cosas. Por muchos motivos, pero seguramente el más importante era la madre de esa pequeña diosa recién nacida. La madre que había elegido a Lucas convertiría a su hija en una versión mejorada de sí misma. Se convertiría en la sublimación de la perfección más perfecta que se pueda imaginar. LA perfección llena de imperfecciones. La perfección que se esconde en detalles que destruyen los cánones y construyen seres únicos. Eso sería la hija de Lucas. Y se llamaría Jara. Y Jara ataría a Lucas a un mundo que le había escondido grandes cosas y que a la vez le había regalado cosas insoportablemente buenas. Y entre estas últimas está sin duda el día que decidió abandonar nuestras calles, el día que acabó su ciclo y que nos demostró que nada que forme parte de nuestra vida tiene que durar para siempre. Nada excepto la propia vida.

J. L. M.

 
Escrito la noche del 18 de julio en el albergue de Cádavo Baleira. En diez minutos, y a oscuras.


No hay comentarios:

Publicar un comentario