lunes, 10 de junio de 2013

Intro. Lo que ocurría cuando el escritor se iba al baño.

El escritor es un hombre felizmente casado, con tres hijos y un perro, y goza de un cierto reconocimiento entre sus colegas de profesión, y también entre los lectores.
Escribe todos los días en su estudio. Su estudio es su santuario.
Pasan los años, y su hijo mayor, decide empezar a escribir, pero él se lo prohíbe. Él es el escritor, el que publica, y no quiere que su hijo se convierta en el “hijo de”. El hijo decide demostrar al padre su valía como escritor, por lo que decide empezar a escribir relatos a escondidas.

El escritor está todo el día encerrado en su despacho. Solo sale para ir al baño. Cuando el escritor está en el baño, su hijo entra y mezcla los relatos que él ha escrito con los de su padre.

Los escribía a máquina con la esperanza de que su padre no le identificase con lo escrito en esos papeles. El hijo mayor escribía lo que sentía y lo que dibujaba su imaginación. Poco a poco construyó una obra que mezclaba todo lo imaginable. El chico no desperdiciaba nada de lo que pasaba por su cabeza.
Un día el escritor descubrió todo eso en el segundo cajón de su escritorio; el sitio que su hijo había elegido para guardar su pequeña obra. Empezó a leer el primero de los relatos, y a los pocos segundos dejó de ser escritor egocéntrico y se convirtió en padre orgulloso.
Leyó hasta la última letra de ese mosaico de historias que su hijo había compuesto. Salió del despacho con todos los folios en la mano. Todos los folios que su hijo dejaba sigilosamente en su estudio cada vez que él iba al baño. Fue a la habitación del chico, que desde el momento en que vio entrar a su padre, trató de ocultar los nervios con un perfecto gesto de indiferencia en su rostro. El escritor le miró. Miró después el primer folio del montón, pasaron cinco segundos eternos hasta que hizo la pregunta.
-¿No falta el título principal?
El chico sonrió. Había pensado millones de títulos para unificar todas esas historias, pero ninguno transmitía lo que esas historias significaban. Cada historia había sido un paso para alcanzar el reconocimiento de su padre. Las había metido por la puerta de atrás del universo que el escritor había creado en aquel estudio. Y se acordó del detalle más doméstico de toda esta aventura. El detalle que le hizo sonreír cuando su padre le hizo esa pregunta, el detalle que le había permitido mostrarle las cosas que escribía. El detalle que le descubrió el título perfecto. No tardó en responder.
-Se llama El escritor ha ido al baño.



J. L. M.

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